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Si no puedes trabajar en tu casa, seguramente tampoco lo estás haciendo en la oficina

Actualizado: 22 sept 2023

La pandemia fue la primera vez que la mayoría de las personas, cuando su trabajo se lo permitió, conoció lo que es trabajar desde casa. Según la ONU, entre el 20 y 30 por ciento de los asalariados que estuvieron efectivamente trabajando, lo hicieron desde casa en América Látina. Antes de la pandemia esa cifra era menor al 3 por ciento. Según algunos estudios, en Estados Unidos poco más del 40 por ciento de los trabajos pueden hacerse de forma remota. En México, poco más del 20 por ciento. Cuánto más pobre sea un país, menos trabajos se pueden hacer de forma remota. Esto tiene sentido ya que el trabajo remoto está relacionado a trabajos formales y acceso a la tecnología.


Mi caso fue un poco diferente. Cuando tuve a mi segundo hijo, después de la experiencia del primero y gracias al empuje que me dio una compañera de trabajo que también acababa de tener un bebé, junté valentía, mucha valentía, y el primer día que volví a trabajar después de la licencia maternal, entré a la oficina de mi jefe y le dije que a partir de ese día me iría a las 2 de la tarde y seguiría trabajando desde mi casa. Su cara fue una mezcla de sorpresa y de “esta mujer está loca” pero asintió; era un gran jefe y su jefe también era un gran jefe y esto marcó un precedente en el área que ayudó a otras mamás.


Siempre andaba con mi computadora colgada al hombro, por suerte desde el primer día que empecé a trabajar me dieron una laptop y el último día antes de irme a mi primer licencia maternal me quedé hasta las 7 de la tarde de un viernes esperando que me activen un aparatito que me permitiría conectar desde casa. Mi hijo nació al otro día. El aparatito aún lo conservo como recuerdo.


Viéndolo a la distancia fui una persona muy afortunada de trabajar en un lugar que proveyera a sus empleados de las herramientas para que pudieran trabajar de forma segura desde cualquier lugar. Creo que estaban adelantados a su tiempo. Casi diez años antes de la pandemia, podías subirte a las llamadas telefónicas desde tu teléfono celular, empezando porque desde ese entonces había reuniones por llamada y no necesariamente eran todas presenciales. Era una herramienta más rudimentaria que Zoom, sin cámara, pero existía.


Si bien iba a la oficina todos los días, el hecho de poder irme temprano hizo que conociera desde casi el principio de mi carrera laboral la productividad y la flexibilidad laboral. La productividad porque planeaba muy bien las horas que estaba en la oficina para aprovechar tener las reuniones que necesitaba y el espacio para buscar a aquellas con las que tenía algo que resolver. Me di cuenta que siendo yo quien mandara las invitaciones de las reuniones tenía mucho mejor control de mi agenda, y me permitía hacer mucho mejor uso de mi tiempo. También me di cuenta que la hora de la comida podía ser buen momento para encontrar a gente muy ocupada, que también preferían comer en su escritorio, y desatorar temas que sino podían llevar semanas.


Una vez salía de la oficina, horario que se fue moviendo de acuerdo a la edad de mis hijos, los iba a buscar a su escuelita y nos íbamos para nuestra casa. A lo largo de los años me tocó tomar llamadas desde el auto con mis hijos y sin ellos ahí conmigo, me tocó atravesar la ciudad entre distintas oficinas e ir a buscar a mis hijos, comer en el auto, tener reuniones desde mi casa, trabajar en la noche, los fines de semana y cuando pudiera para poder terminar lo que sea que me hubiera planteado como objetivo en la semana. Normalmente trabajaba en mi cama o sentada en la mesa del comedor. No fue hasta la pandemia que empezamos a tener escritorios en mi casa y que armé el mío y solo mío.


La única actividad que teníamos en la tarde con mis hijos era ir al médico, que visitábamos cada vez que veía que traían algo, cosa que cuando los niños son muy chiquitos y van a guardería, es muy seguido. Por suerte conseguí un pediatra que atendiera por orden de llegada y simplemente me le aparecía dos por tres. El hecho de no estar en la oficina y no tener que pedir permiso para “salirme” hizo toda la diferencia. No creo que hubiera aguantado si cada vez que mis hijos tuvieran algún síntoma de algo hubiera tenido la disyuntiva de si era lo suficientemente importante para pedir permiso de irme temprano. La libertad de manejar mis horarios en la tarde ayudó muchísimo a sobrellevar esos años tan pesados. También saber que me podía quedar en casa a trabajar o llevar a mis hijos a la oficina si lo necesitaba, aunque no lo hacía casi nunca.


En todos esos años, casi 8, pasaron muchas cosas en mi vida en la oficina, pero lo que más recuerdo y valoro es la tranquilidad de estar en un lugar donde me sentía apoyada para poder combinar y acomodar mis obligaciones en el trabajo y con mis hijos, con libertad, sin pedir permiso y sin sentirme culpable. Tanto era así que si algún día mis compañeros de trabajo volvían de la comida y me veían en mi escritorio me decían que me fuera. Desde un principio, aún recién comenzando con mi carrera, se me trataba como un adulto y pude desarrollar las habilidades que me permitieron organizar mi agenda de la forma más eficiente y conveniente.


El domingo 12 de marzo de 2020 nos dijeron a través de los chats de la oficina que no fuéramos a trabajar al siguiente día. Como tenía mi computadora conmigo como era la costumbre, no volví a la oficina hasta 2 años después. Como ya tenía esta vida nómade no tenía nada de importancia que ir a buscar a mi escritorio, todo lo tenía conmigo. Mi mayor preocupación era que hubiera comida en algún cajón que se echara a perder. Y mi computadora aguantó sin problema no solo esos 2 años, sino algunos más que siguieron.


Ya nunca más volví a levantarme todos los días a la misma hora para enfrentar el tráfico y poder llegar a trabajar y no creo que nunca más lo vuelva hacer. La pandemia llevó el trabajo remoto y la flexibilidad laboral a otro nivel pero además, como en la película corta “Alike” (https://www.youtube.com/watch?v=PDHIyrfMl_U), la rutina como la conocía dejó de tener sentido.


Si bien agradezco a todas las personas que compartieron conmigo un día tras otro los años más solitarios de mi vida, y que sin saberlo, acompañaron a esta extranjera madre de 2 bebés en su camino de crecimiento profesional, hay muchos aspectos de la vida de oficina que no concuerdan con quien soy hoy.


Aunque suene contra intuitivo, el trabajo remoto me permitió dedicarle todas las horas que siempre quise a los proyectos que me apasionan por la cantidad de tiempo que liberó no tener que andar corriendo de un lado hacia otro sin que terminara a un paso del burnout. Sé que de los mayores miedos que tienen las empresas es que las personas que trabajan desde casa, hagan cualquier cosa menos trabajar, pero yo creo que eso depende del tipo de persona.


Las personas que no pueden trabajar desde su casa, seguramente tampoco trabajan demasiado en la oficina, solo que no se nota tanto porque se los puede ver sentados en su escritorio, o dando vueltas con colegas o distrayendo gente en los pasillos. Habrá preferencias, pero creo que las personas que de verdad tienen muchos objetivos que alcanzar, lo hacen desde cualquier lado.


No es solo el tiempo de ir y venir de la oficina el que se libera, sino el tiempo que se pierde dentro de la oficina. Si bien tener una junta tras otra en Zoom es totalmente agotador, a veces, cuando los proyectos lo requieren, sí ayuda a avanzar más rápido. Además las juntas por Zoom suelen ir más al grano, la gente es más puntual y terminan en tiempo, por lo que la productividad aumenta de forma importante.


El trabajo remoto se enfoca más, justamente, en el trabajo. La política de oficina tiene menos cabida (https://www.ellaxella.net/post/la-carrera-de-la-rata). El radio pasillo es casi inexistente. Los que tienen poco trabajo tienen menos trabajo y los que tienen mucho trabajo, seguramente lo puedan administrar mejor.


Comentando con mis colegas cuál fue la mayor ganancia de trabajar desde casa, lo primero que se menciona, son las horas de sueño ganadas. La realidad es que la mayoría de las personas vivimos con un déficit de sueño permanente y el trabajo remoto permitió que muchos pudiéramos dormir lo que nunca pudimos antes. No es solo levantarse más tarde, sino no perder tiempo en excesivo acicalamiento, preparación de mochilas, viandas y demás objetos para sobrevivir el día.


En mi caso, después de años, logré volver a dormir 8 horas seguidas. Sin dudas, un cambio de vida, un cambio de energía para enfrentar el día. Primero pensé que mi cuerpo se estaba poniendo al día y que en unos meses volvería a dormir menos pero no fue así. Hoy no me imagino nada que haga que vuelva a dormir 4 o 5 horas cada noche como algo normal (la fábrica de bebés se cerró ya hace un tiempo, por cierto).


Hay muchos libros que hablan de la importancia de dormir, uno de los más conocidos es el de Arianna Huffington “The Sleep Revolution”, donde dice que dormir no es negociable. Solo el 1% de la población tiene una mutación genética que les permite dormir 4 horas al día, el resto necesitamos entre 7 y 9 horas de sueño. Y cuando no lo hacemos puede traernos problemas de peso, presión alta, diabetes, depresión, problemas en el corazón, ansiedad, irritabilidad y un funcionamiento de nuestro cerebro deficiente.


También descubrí beneficios del trabajo remoto que no esperaba y que me hicieron reflexionar sobre el tiempo que le dedicamos las mujeres a la apariencia física (https://www.ellaxella.net/post/las-mujeres-comen). Tengo la suerte de poder visitar mi país una vez al año y también de poder visitar a mi hermano mayor en el país que vive cada tanto. Dado que en mi vida diaria mi tiempo personal era nulo, antes de la pandemia veía esos viajes como la oportunidad de comprar ropa para la oficina. La verdad es que tampoco tenía tiempo para mí en esos viajes, pero de una forma u otra terminaba corriendo a algunas tiendas con alguno de mis hijos buscando ropa de oficina. Lo que recuerdo de esos momentos era muchísimo estrés, una especie de carrera contra el reloj y una sensación que si no lograba encontrar algo que me sirviera estaba fallando y estaba acarreando un problema para más tarde que no iba a poder resolver. Vestirme de pants por 2 años fue un respiro y una ganancia de dinero y tiempo impresionante. Sobre todo tiempo mental. Cuando volví a la oficina algunos días a la semana, me di cuenta que la ropa que tenía me iba a servir al menos para 2 años, dado que ya nadie se acordaría como me vestía antes de la pandemia, la usaría solo un par de veces a la semana y ya ni trabajaba con las mismas personas. Así que la pandemia me regaló 4 años de paz mental relacionada con la ropa. Incluso cuando pude volver a hacer esos mismos dos viajes, los pude disfrutar mucho más, porque ya no tenía una misión que cumplir, sino simplemente aprovechar los días lo mejor posible. Y pude recuperar esta parte que tenemos muchas mujeres de pasar por una vitrina, ver algo que me gusta y comprarlo simplemente porque quiero y porque me hace sentir bien.


No es solo tiempo, dinero y estrés el que te puedes ahorrar trabajando desde casa por no tener que ocuparte de lo que te vas a poner al siguiente día, también está la liberación de la preocupación sobre la mirada externa. Si te ves de cierta forma, si engordaste, si enflacaste, si la ropa te queda bien o mal, si es nueva o vieja. Todos sabemos que vivir en sociedad es vivir bajo la lupa de la crítica ajena. Y las mujeres sabemos muy bien que se nos está juzgando todo el tiempo por cómo nos vemos. Poder descansar de esas preocupaciones, dejar de reaccionar a la mirada ajena, sin dudas también ahorra tiempo y estrés. Pero sobre todo, enfoca el trabajo en el trabajo. En hacerlo lo mejor posible.


Justo antes de que empezara la pandemia me cambié de área y estaba formando un equipo desde cero. Contratamos más de 40 personas pero solo conocí en persona a 2 de ellas, los demás casi todo el tiempo solo eran una voz en la pantalla. Después de esa experiencia sé que es posible trabajar de forma 100% remota de forma eficiente. Pero además me di cuenta de algunas otras cosas, como que en el trabajo remoto ya no importa la edad que tienen las personas. Estamos en la época donde más generaciones distintas están trabajando juntas: Generación Z, Millennials, Generación X, Baby Boomers y la Generación silenciosa. Esto trae muchos retos, entre ellos el relacionado al edadismo, que es la discrimición por edad, puede ser por muy jóven o muy grande. Sin dudas, el antídoto contra esto es que todos trabajemos en nuestros sesgos inconscientes, pero mientras esto ocurre, el trabajo remoto puede ayudar a tener un piso más parejo y a que las distintas generaciones trabajen juntas sin tantos prejuicios.


Otro tema relevante es el relacionado con la comida. No es lo mismo comer fuera de tu casa 5 veces a la semana que solo una vez. Mientras una vez por semana se puede ver como una gran oportunidad de integración e incluso socialización para aquellos que no tenemos tanta vida social, todos los días puede tener un gran impacto en tu salud y en tu presupuesto. Y ni hablar que por bien que te caigan tus compañeros y cuates de oficina es muy probable que no quieras dedicarles 5 horas de tu semana y ese tiempo prefieras invertirlo en tus hijos, en escuchar un audiolibro, o nomás cerrar los ojos y recargar energía para enfrentar la tarde.


Igualmente aplica con el café diario. Un desayuno en una cafetería que te gusta una vez por semana puede significar un ritual, un momento para ti, pero un café diario puede significar una fuga de dinero innecesaria.


Con todos estos argumentos seguramente parece que detesto la oficina y que no quiero volver ahí nunca, pero no es así. Lo que me dí cuenta con la pandemia es que el concepto de la rutina, como esa lista de actividades que todos los días hacemos igual, es algo obsoleto. Desde que tuve hijos hasta que empezó la pandemia me pasé persiguiendo una rutina sin éxito, porque eso significaría que mi vida diaria sería más ordenada, menos cansada. Soñaba con la predictibilidad. Incluso ya en la pandemia, todos los meses hacía un ajuste de la rutina aún estando todos en casa, intentando encontrar la mejor fórmula. Pero buscaba una rutina de forma equivocada. En mi mente era de todo o nada, o voy a la oficina todos los días, o no puedo trabajar, puedo hacer gimnasia o no puedo, y si puedo tienen que ser 4 veces a la semana, tales días.


Hoy enfrento mi día de acuerdo a las actividades que tenga. La realidad es que trabajando en una oficina no hay mucha variedad en mi agenda, la mayor parte se la llevan las juntas de zoom que normalmente son entre las 9 y las 6 de la tarde. Sin embargo, no es lo mismo cuando tengo puras juntas de zoom que cuando tengo sesiones de co-creación. No es lo mismo cuando tengo que terminar algo lo antes posible que cuando tengo más tiempo. Por si no dejé claro el punto anteriormente, cuando tengo que trabajar muy concentrada para terminar algo, trabajar desde casa es el lugar. El trabajo contra reloj, en mi caso, lo hago mejor en casa, no en la oficina.


Así que hoy enfrento el día con máximas más generales del estilo “iré al gimnasio todos los días que mi trabajo o las actividades de mis hijos me lo permita”. No importa qué día de la semana es, no importa si fui ayer, o si voy a poder ir mañana, no importa si es mi casa, en un gimnasio o en el club, no importa si hay pandemia o no hay pandemia. Ahora que mis hijos son más grandes me siento muy feliz de poder hacer algo por mi cuerpo cada vez que puedo, y hoy es un promedio de 5 veces a la semana, unos 40 minutos, a las 7 de la mañana. Nada mal. Si hubiera tenido esta forma de pensar antes, seguramente no hubiera estado tantos años sin hacer deporte, aunque solo hubiera sido una vez por semana, yoga en mi casa, los domingos.


Y en la rutina del trabajo, siento que es lo mismo. Lo mejor es organizar el día de acuerdo a las actividades que hay en él. Cuando se tiene un equipo que trabaja bien, que es unido y que tiene objetivos grandes que cumplir, tener sesiones en vivo hace toda la diferencia, no solo en la integración del equipo sino también en la energía que se vive. Pero también me ha pasado de ir a la oficina para que cada uno esté en su lugar y las juntas se tengan por zoom aunque la gente esté sentada a menos de un metro de distancia. Al final depende del equipo y del líder.


Sin dudas para poder tener algo de libertad de elección, tu trabajo te lo debe permitir, y eso no es lo más común. Hoy existen trabajos que son 100% remotos e incluso que puedes trabajar algunos meses desde otro país, los que yo conozco están relacionados con la tecnología pero esos son menos comunes aún. La rutina del trabajo está diseñada para el tipo de trabajo que existía en la era industrial. Todos los días iguales, haciendo exactamente lo mismo. Pero esta forma de vida ya no es aplicable a todos y no es lo que todos quieren. Y lo único que se logra con esta forma de organizar el trabajo es que la gente finja que tiene todo bajo control, que no le pasa nada en su vida personal, que todos sus días son iguales, que no tiene problemas, que no tiene hijos, que a sus hijos no les pasa nada, que siempre tiene la misma carga de trabajo, que siempre tienen la misma energía, cuando la realidad es totalmente diferente.


Hoy creo que mientras estamos construyendo nuestra vida profesional, si vamos a trabajar para alguien más, tenemos que tener en cuenta y estar atentos a factores como la libertad que se nos otorga y si se hace énfasis en nuestros resultados o en cuánto nos ven la cara. Tal vez no tengamos mucha elección en nuestro primer trabajo pero con el tiempo seguramente vamos a poder encaminarnos hacia un lugar donde realmente queramos estar y donde podamos ser nosotros mismos. Ya lo dijo Steve Jobs “keep looking, don’t settle”, sigue buscando, no te conformes.





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